sábado, 24 de octubre de 2009

conferencia de Niles Eldredge

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22 de Octubre de 2009
La teoría de la evolución

Confesión de un asesinato

El paleontólogo Niles Eldredge, curador de la división Paleontología del Museo de Historia Natural de Nueva York, brindó una conferencia en el Aula Magna de Exactas. Este especialista en Darwin y en evolución, que publicó infinidad de trabajos y más de veinte libros, postuló, junto con el desaparecido Stephen Jay Gould, la teoría del equilibrio puntuado, que se vincula al ritmo en que evolucionan las especies.

Por Susana Gallardo



El paleontólogo estadounidense Niles Eldredge, especialista en evolución, ofreció una visión general sobre la vida de Darwin, haciendo énfasis en los factores que lo condujeron a elaborar su teoría sobre la evolución de las especies, es decir, en aquellas observaciones que lo llevaron a rechazar la visión creacionista, inculcada por sus maestros, para abrazar la noción de que todas las especies se encuentran relacionadas y descienden de un ancestro común.

El especialista, que acababa de llegar de la ciudad de Bahía Blanca, señaló: "He visitado una zona que, pienso, ha sido muy importante en el desarrollo del pensamiento que llevó a la publicación de El Origen de las Especies".

Eldredge inició su exposición con una imagen del billete de diez libras esterlinas en el cual, hace unos años, la imagen de Darwin reemplazó a la del escritor Charles Dickens. El hecho le sirvió para argumentar sobre la vigencia de Darwin por sobre otras grandes personalidades del siglo XIX, como Sigmund Freud, Karl Marx o Charles Dickens, cuya fama se ha ido desdibujando con el tiempo.

"Darwin está todavía con nosotros en nuestra cultura occidental. Nos ha desafiado a repensar la vieja historia de quién soy y de dónde vengo, y nos ha dado una explicación científica para esas preguntas que todavía nos preocupan", subrayó el paleontólogo, que es doctor en geología por la Universidad de Columbia, y este año fue curador, y uno de los diseñadores, de una exhibición sobre Darwin que recorrió todos los museos del mundo. El especialista no dejó de mencionar que hay personas que aún rechazan la evolución, en particular en los Estados Unidos.

El objetivo del conferencista fue señalar hechos, personas e incluso rasgos de la personalidad de Darwin que fueron cimentando sus ideas. Por ejemplo, se refirió a su preferencia, desde su infancia, por la vida al aire libre, y también por la caza. El padre del joven Charles se quejaba de que ese gusto por los perros y la caza iba a producir "su desgracia y la de toda su familia".

Una figura decisiva en el desarrollo de su pensamiento fue su abuelo Erasmus, que fue famoso y exitoso. En 1794 había escrito su libro Zoonomía, que trataba sobre zoología e historia natural, y contenía pasajes claros sobre la evolución. Erasmus Darwin había sido uno de los más destacados defensores de lo que en aquellos finales del siglo XVIII se denominó "transmutación".

"Es interesante notar que el abuelo de Charles Darwin fue el más importante evolucionista de Inglaterra, creo que no mucha gente ha prestado atención a este hecho", subrayó Eldredge.

Una caricatura de Darwin montando un enorme escarabajo le permitió al conferencista contar cómo al gran naturalista, que amaba la vida natural, le gustaba coleccionar escarabajos, lo que, por otra parte, era una moda en aquella época.

A la edad de 16 años Darwin debió ingresar en la Escuela de Medicina de la Universidad de Edimburgo para seguir la profesión de su padre. Pero el joven odiaba ver sangre, así como detestaba los gritos de los pacientes, e, incluso, las clases magistrales. Darwin pasó dos años en esa universidad, antes de que su padre lo sacara de allí, para no seguir "gastando un montón de dinero".

Pero allí en Edimburgo Darwin conoció al naturalista Robert Grant, que lo llevó a recorrer la costa del estuario del río Forth, en Escocia, donde recolectaron invertebrados marinos. "Grant inyectó en Darwin una gran dosis de evolución", afirmó Eldredge.

Los musgos y el ancestro común

Grant era un gran admirador del naturalista francés Jean Baptiste Lamarck, que había publicado su Filosofía Zoológica en 1809, y fue uno de los predecesores de Darwin que había desarrollado en forma más completa la idea de evolución. Para Lamarck era claro que todos los organismos, plantas y animales, están interconectados por un ancestro común.

Junto con Grant, Darwin pudo observar los musgos (briofitas), esos organismos marinos primitivos que descienden de las algas verdes y que le permitieron pensar en el estrecho parentesco entre animales y plantas.

Darwin relata en su autobiografía que un día estaba caminando junto a Grant por la playa, y éste rompió en admiración por Lamarck y sus ideas sobre la evolución, las mismas ideas que Darwin había leído en el libro de su abuelo Erasmus. Esas palabras parecieron no tener efecto sobre el joven en ese momento, pero Darwin admitió en su autobiografía que posiblemente hayan favorecido el desarrollo posterior de sus ideas.

Luego del fallido intento de seguir medicina, Darwin accedió a ir a Cambridge para convertirse en clérigo. "Seguramente se resignó a ese destino pensando que trabajaría un solo día por semana y el resto de los días los podría dedicar a lo que más le gustaba", estimó el conferencista.

En Cambridge, Darwin entró en contacto con el naturalista John Henslow y el geólogo Adam Sedgwick, que fueron sus principales maestros y mentores. Henslow era un creacionista convencional, pero le mostró a Darwin que las especies variaban, en un mismo lugar y también en entornos diferentes. Por su parte, Sedgwick le dio una excelente clase de geología en un viaje de una semana en que fueron a estudiar las rocas en el norte de Gales. Ese viaje con Sedgwick, junto con la lectura de la obra monumental de Charles Lyell (Principios de Geología) fueron fundamentales en la formación de Darwin como geólogo.

La Patagonia decisiva

Luego vino la invitación a realizar el viaje en el Beagle, por consejo de Henslow. "Primero visitaron las Islas Canarias, y luego Brasil, donde hizo importantes observaciones y quedó impresionado por la biodiversidad de la selva, pero sólo cuando llegó a la Argentina fue cuando realizó las observaciones principales que lo condujeron al pensamiento evolucionista", destacó Eldredge.

En la zona de Bahía Blanca, Monte Hermoso y Punta Alta, Darwin se topó con los fósiles de variados mamíferos: armadillos, megaterios o perezosos, maras o liebres patagónicas, entre otros. Al comparar los huesos de la mara con los animales vivos, pudo ver que se trataba de especies diferentes que pertenecían al mismo género, es decir, una especie había reemplazado a la otra en el tiempo. Darwin también observó especies que habían reemplazado a otras en el espacio: dos especies de ñandú en diferentes áreas de la Patagonia, y de zorros en las Islas Malvinas.

"Esto fue tres años antes de llegar a las islas Galápagos", subrayó Eldredge, poniendo en evidencia que no fueron las observaciones en ese archipiélago las decisivas en su teoría.

De este modo, Darwin pudo ver cómo unas especies reemplazaron a otras que se habían extinguido (reemplazo en el tiempo, en un mismo espacio), pero también en lugares diferentes, como las variaciones que hallaría en los pájaros de las islas Galápagos.

El hecho es que estas observaciones, cuidadosamente registradas en su libro de notas a bordo del Beagle, lo llevaron a adherir al concepto de transformación, y a alejarse de la visión creacionista de sus mentores, Henslow y Sedgwick.

La fuerza de la selección natural

Por último, en las Galápagos, Darwin se detuvo en las aves: los sinsontes (mockingbirds) y los pinzones (finches). Lo importante es que se trataba de aves estrechamente emparentadas, pero con rasgos diferentes.

Eldredge se refirió a un pasaje de su libro de notas, donde, en un arranque de intuición poética, Darwin describe la selección natural como una "fuerza de cien mil cuñas", que daría forma a la adaptación de las especies. Esa imagen poética no resultaba del todo clara, pero tiempo después el naturalista pudo dar forma a esa intuición, cuando señaló los principios que daban cuenta de la fuerza de la selección. Por un lado, el parecido entre los nietos y los abuelos. "Si bien Darwin no conocía nada de genética, sabía que los organismos se parecen entre sí", comentó Eldredge.

El segundo principio de la selección es la pequeña variación entre los individuos, que se expresa, principalmente, mediante cambios físicos. Por último, la gran fertilidad que permite producir la descendencia. Así, la herencia, la variación y la superproducción de descendientes constituyen los principales ingredientes de la selección natural.

Confesión de asesinato

En 1844, Darwin le escribe una carta a su amigo íntimo, el botánico Joseph Hooker, donde le expresa sus ideas sobre la "transmutación" de las especies. Pero lo interesante de esa carta, como lo destacó Eldredge, fue el gran conflicto interior que Darwin evidenciaba en sus palabras, pues el admitir sus dudas sobre la inmutabilidad de las especies era para él "como confesar un asesinato".

Pasarían algunos años antes de que Darwin publicara su teoría. Para Eldredge, un hecho desencadenante fue la gran tragedia de su vida, acontecida en 1851: la muerte de su pequeña hija Annie. Este hecho fue un duro golpe a su fe religiosa.

Otro hecho que disparó la publicación fue la carta que recibió en 1858 de Alfred Russell Wallace, que había llegado a las mismas conclusiones respecto de la selección natural. La moraleja de la historia, para Eldredge es que "si se tiene una buena idea, hay que publicarla antes de que otro lo haga, porque, si hay alguna idea verdadera, seguramente alguien más la va a descubrir".
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lunes, 12 de octubre de 2009

Chagas&Mazza

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Chagas y Mazza


 Por Matias Alinovi


Salvador Mazza nació en Rauch, en 1886, de padres sicilianos. A los diez años ingresó en el Colegio Nacional de Buenos Aires, y el año del centenario se graduó en medicina. Desde entonces, ejerció con denuedo la medicina sanitaria, una disciplina inventada por su alter ego brasileño, Carlos Chagas: la multitud y la enfermedad orientaron su acción.


Organizó el lazareto de la isla Martín García, en el que los inmigrantes del modelo agroexportador purgaban cuarentena antes de entrar al país, y dirigió el laboratorio que detectaba a los portadores sanos del bacilo del cólera. Participó en campañas de vacunación y modificó la vacuna contra el tifus que por entonces se inoculaba a los conscriptos.




CHAGAS DESCUBRIO CUAL ERA EL AGENTE CAUSAL DE LA ENFERMEDAD, CUAL ERA EL VECTOR –LA VINCHUCA–, Y CUALES ERAN LOS SINTOMAS.

A partir de 1916 emprendió dos largas giras de estudio por países de Europa y de Africa. En Londres, en París, en Berlín visitó centros científicos, interesado en la profilaxis de las enfermedades infecciosas. En la Alemania en guerra conoció a Carlos Chagas, un médico brasileño que algunos años antes había descubierto el agente causal de la enfermedad que lleva su nombre. Mazza volvió al país, y tres años después volvió a partir. En esa segunda gira africana trabajó en el Instituto Pasteur de Argelia, y en Túnez conoció a Charles Nicolle, "el segundo Pasteur", que se convirtió en un numen personal. Como en una lógica aparte, gobernada por la enfermedad, las vidas de los primeros epidemiólogos –Nicolle, Fleming, Chagas, Mazza– están determinadas unas por otras; velando sobre todas, la figura tutelar de Pasteur.


En 1925 Nicolle viajó a la Argentina para estudiar las patologías regionales y apoyó a Mazza en la creación de un instituto dedicado al diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades endémicas del país. Fue un apoyo decisivo: allí nació la institución más importante que se ocupara nunca de las endemias nacionales, la Misión de Estudios de la Patología Regional Argentina (Mepra). Y la Mepra estudió y combatió el Chagas.


En 1912 Carlos Chagas había presentado en Buenos Aires el resultado de los estudios que había realizado, en Brasil, sobre la enfermedad que había descubierto. Pero no tuvo suerte. Cuando se comprobó que su descripción de la sintomatología era parcialmente errónea, el investigador brasileño se desacreditó ante la comunidad científica argentina, que desde entonces consideró que la presencia en la sangre del parásito que Chagas sindicaba como el agente causal de la enfermedad era, en realidad, casual.


Fue el trabajo minucioso de Mazza en la Mepra –un incansable trabajo de campo en el noroeste argentino– el que finalmente ratificó los descubrimientos de Chagas ante la comunidad científica internacional. Y una vez confirmada la pertinencia de aquellos resultados, Mazza se ocupó de atacar al vector identificado de la enfermedad, la vinchuca.


Pero la acción de Mazza no se limitó ni al noroeste ni al Chagas. Con abnegación de cruzado epidemiológico recorrió el país entero en un vagón de ferrocarril. Dictó clases, estudió, asesoró a los médicos regionales, hizo innumerables extracciones de sangre, exámenes serológicos, cultivos, biopsias, inoculaciones. Las condiciones en las que llevó a cabo esas tareas múltiples fueron previsiblemente precarias, pero eso lo estimulaba. El tren viajó a Bolivia y a Chile.


Hacia el final de su vida, a través de Alexander Fleming, buscó producir penicilina en el país. Lo logró, pero en esa tarea la Mepra nunca alcanzó el apoyo del gobierno nacional. Tres años después, en 1946, murió en México mientras asistía a unas jornadas de actualización sobre el mal de Chagas; se cree que de la misma enfermedad que tanto combatió.


CARLOS CHAGAS


Carlos Chagas nació en Brasil, en la región de Minas Gerais, en 1879. En 1902 se graduó en medicina y obtuvo después el doctorado con una tesis sobre la hematología de la malaria. Su primera intervención magistral en la historia de la epidemiología ocurrió en el puerto de San Pablo, cuando se le encargó actuar en la epidemia de malaria que diezmaba a los trabajadores. Chagas entendió que utilizando el piretro –una planta de alto poder insecticida cuyo principio activo actúa sobre el aparato respiratorio de los insectos– para desinsectar las casas de los trabajadores dismunía la incidencia de la enfermedad. El método improvisado por Chagas se convirtió en el método canónico para prevenir la malaria alrededor del mundo.


Lo extraordinario del caso de Carlos Chagas es el de haber sido el único investigador en la historia de la epidemiología en haber descripto integralmente una nueva enfermedad infecciosa. Chagas descubrió cuál era el agente causal de la enfermedad que lleva su nombre, cuál era el vector –la vinchuca–, y cuáles eran los síntomas.


Esos descubrimientos ocurrieron hacia 1909, mientras combatía una nueva epidemia de malaria, que afectaba a los trabajadores que por entonces construían la línea ferroviaria hacia la ciudad de Belén, en el Amazonas. Chagas notó en la sangre de algunos enfermos la presencia de un parásito, el tripanosoma, y una vez que lo aisló lo inoculó en la sangre de algunos monos, que desarrollaron la enfermedad. Cumplía así con los postulados que Koch había establecido algunos años antes para caracterizar fehacientemente una enfermedad infecciosa.


Murió en Río de Janeiro de un infarto. Tenía cincuenta y cinco años.

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sábado, 15 de agosto de 2009

libro recomendado

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LIBROS


Historia de las epidemias

Adelanto exclusivo de la Historia de las epidemias, de Matías Alinovi. Aquí un fragmento de la introducción y otro del capítulo dos, La sífilis.


Historia de las epidemias
Matías Alinovi

Ed. Capital Intelectual
Colección Estación Ciencia


Desde el principio, el cronista de las epidemias obedece a una intuición que lo desplaza de su subjetividad. No entiende lo que ve y quizá ni siquiera sobreviva a lo que relata, pero se intuye testigo de unas calamidades cuya explicación, cuyo remedio, llegará en la lectura corrida de una historia de las epidemias, que recogerá su testimonio. Fatalmente, sin embargo, describe desde su subjetividad, arriesgando explicaciones improcedentes, pero intentando al mismo tiempo registrar con impasibilidad de cronista los hechos relevantes –y él no sabe cuáles son– que vendrán a informar aquella historia, los hechos que permitirán a futuros hermeneutas, a ulteriores intérpretes de su texto, encontrar, si no un sentido, sí una explicación racional de las causas. El cronista de las epidemias escribe lo que ve sin entender, para que otros entiendan sin ver.


Como las batallas, las epidemias viven en la crónica, en esa bitácora multitudinaria que constituye un género.

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miércoles, 17 de junio de 2009

y ustedes…¿qué opinan?

indisciplina escolar: datos de un relevamiento entre 90 mil docentes de 23 países

En hacerlos callar se va el 30% de la hora

Uno de cada cuatro profesores de escuelas secundarias pierde un 30% del tiempo de clase en hacer callar a sus alumnos o lidiando con la indisciplina. Y el 70% de esos profesores siente que las interrupciones en sus clases molestan “bastante” o “mucho”. El dato surge de una investigación comparativa –el Informe Internacional de Enseñanza y Aprendizaje– que realizó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre las respuestas de 90 mil docentes y directores de escuelas secundarias de 23 países. Con la estadística en la mano, especialistas y maestros consultados por Crítica de la Argentina consideraron que en el país esos índices son todavía más altos.
El estudio asegura, además, que la cantidad de tareas administrativas que a menudo tienen que realizar los docentes también posterga los minutos de aprendizaje de los chicos. La mitad de los profesores consultados detalló que no recibe ningún tipo de valoración por su trabajo y que el mal comportamiento de los alumnos entorpece las clases en tres de cada cinco colegios.
El trabajo se realizó sobre las respuestas de docentes de Australia, Austria, Bélgica, Brasil, Bulgaria, Dinamarca, Estonia, Hungría, Islandia, Irlanda, Italia, Corea del Sur, Lituania, Malasia, Malta, México, Noruega, Polonia, Portugal, Eslovaquia, Eslovenia, España y Turquía, donde al igual que en la película Entre los muros, del director francés Laurent Cantet, que retrata una escuela de un suburbio de París, la mayor parte de los profesores asegura que pierde un 13% del tiempo de clases en intentar poner orden. En Brasil y Malasia ese porcentaje trepa hasta un 17%, y en Bulgaria, Estonia, Lituania y Polonia la cifra baja a menos del 10%. En España, México, Italia, Eslovaquia y Estonia, más del 70% de los docentes dice que en sus clases las interrupciones de los alumnos perturban “bastante o mucho”, y en todos los casos tres de cuatro de esos maestros expresan que les faltan incentivos en su trabajo.
Los profesores de este lado del mundo consultados por Crítica de la Argentina coinciden en lo mismo: cada vez es más difícil dar clases y el tiempo que lleva “calmarlos” dentro del aula va en aumento. Ricardo es profesor del Nicolás Avellaneda, en el barrio porteño de Palermo. Dice que en la Argentina quizás ese porcentaje sea más alto: “El nivel de dispersión que existe hoy entre los chicos es muy grande. Ya no existe esa idea de hacerlos callar y tenerlos en silencio, porque es imposible y porque muchas veces es preciso que hablen entre sí. Lo que sí percibo, en todo caso, es que se comportan como si estuvieran frente al televisor: se levantan, van al baño, comen, conversan, como si no hubiera un profesor frente a ellos”.
Silvia Góngora, que da clases de inglés en La Plata, agrega: “Este año tengo dos cursos espectaculares, pero estuve en una división de 40 varones y me pasaba media hora pidiendo que bajaran los decibeles. Hay cursos que son bravos, porque llegan del recreo y lo continúan dentro del aula. Yo gritaba como loca y como estaba embarazada me subía la presión y por eso renuncié”.
En cambio, Fernando Lanzaco, director de la escuela rural de Piedras Blancas, en El Diquecito de La Calera, en Córdoba, dice que no le parece una gran dificultad en el caso de las escuelas rurales, donde “uno conoce a los chicos desde el vientre de la mamá y son muy respetuosos” y que, en su caso, “no tenemos problema porque acá sólo con la mirada basta para comprender la importancia del momento. Eso tiene relación también con la cantidad de alumnos por aula, que es uno de los condicionantes para hacer una buena clase”.
En eso de las condiciones laborales, también todos acuerdan: Teresa, profesora de Lengua de colegios porteños, sintetiza: “Los chicos son diferentes a los que tuvimos otros años. Se suma el cansancio de los docentes debido a las condiciones laborales que ofrecen las escuelas públicas: desde la cantidad de horas que se trabajan para procurar un sueldo digno hasta la situación en el aula y la necesidad de afecto que hoy tienen los chicos. Claro que eso repercute en la educación, y poner un poco de calma no es tarea sencilla”.
OPINIÓN
Generar el clima escolar
Claudia Romero (Doctora del Área de Educación de la Universidad Torcuato Di Tella)
El clima escolar es la variable que más influye en el rendimiento de los estudiantes en las escuelas de América Latina, según el Informe SERCE de la Unesco publicado en 2008. Y el clima escolar es algo tan difícil de definir como fácil de percibir. Se trata de esa condición que rodea los intercambios entre alumnos y profesores en las aulas y que hace posible que el acto educativo tenga lugar. El reciente informe TALIS de la OCDE pone de manifiesto que ese clima de aprendizaje no viene dado y que hay que invertir mucho tiempo y trabajo para generarlo. Y no hay alternativa, hay que generarlo. Para aprender en la escuela es necesario generar un clima propicio. Un clima que no es de tenso silencio sino de escucha atenta, que no es de quietud sino de inquietudes, que no es de resignación sino de curiosidad. Necesitamos en las aulas una atmósfera vital, porque aprender es un asunto vital. Para esto se requieren fundamentalmente profesores capaces de contagiar el deseo de aprender, la fascinación de conocer, el respeto por la
educación. Ésa es su verdadera tarea.

domingo, 24 de mayo de 2009

Para una enfermedad que causa 3000 muertes al año

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Meningitis: piden la vacuna obligatoria


09:58 |
Por Florencia Halfon Laksman
24.05.2009

Política sanitaria. Los expertos recomiendan la aplicación masiva de la vacuna.


Son 3.000 muertes de niños que podrían evitarse. Esos son los fallecimientos anuales que se registran en el país entre menores de cinco años a causa de enfermedades neoumocócicas, cuya vacuna cuesta hoy 300 pesos por aplicación. Si el Estado la incorporara al calendario, el acceso a la inyección sería gratuito.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó la inclusión de la vacuna antineumocócica en todos aquellos países que tuvieran una tasa de mortalidad de 50 cada mil habitantes, por esas enfermedades. En la Argentina, la tasa es de más de 110 muertes cada mil. Ya 70 países la adoptaron, pero sólo 17 la agregaron al calendario obligatorio. "El Estado no quiere gastar plata porque no invierte en prevención, aunque se sabe que un dólar invertido en prevención equivale a 40 dólares ahorrados en el área de salud, sin contar la importancia de cada pérdida de vida humana", dijo a Crítica de la Argentina el sanitarista Edgardo Trivisonno, ex subsecretario de Salud del gobierno porteño, quien aseguró que los 90 dólares que cuesta la vacuna para quien quiera aplicársela podrían convertirse en 20 para el Ministerio de Salud si decidiera comprarla a gran escala y aplicarla en forma gratuita. Se calcula que más de 700.000 chicos nacen anualmente en la Argentina. Los especialistas aconsejan una dosis doble para los chicos de un año de edad. Para evitar estas muertes, se calcula que la cartera de Salud debería invertir cerca de 98 millones de pesos, es decir, 28 millones más de lo que se gastó en un mes por la gripe A.

Para leer la nota completa hacé clic acá.
 

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